
mágico
Fotografía de Gudiol, 1936
Sigena, la magia de un sueño
Recuerdo de niño a mis abuelos contándome historias del Monasterio de Sigena.
Este majestuoso edificio que aparece en medio de las huertas de Sigena es un lugar mágico, lleno de historias y de recuerdos. Mi abuelo me contaba que el monasterio lo había fundado la reina Sancha de Castilla, hacia ochocientos años. Que estaba enterrada allí junto a su hija Dulce y su hijo Pedro II, Rey de Aragón, que fue un gran
guerrero. Mi abuela me contaba las muchas riquezas que había albergado en su interior. Sus ojos brillaban al contarme lo que un día había sido la Sala Capitular y cómo todo ardió en llamas en la Guerra Civil.
¿Cómo debía haber sido aquel tesoro antes de que las llamas arrasaran con él? Me resultaba muy difícil imaginarlo a partir de los restos. A los nueve años tuve un sueño. Soñé que reconstruía Sigena y por fin podía contemplar lo que mi abuela me contaba. Hoy, tras muchos años de esfuerzo, aquel sueño que parecía imposible se ha hecho realidad.
Juan Naya

Recuerdos de un tesoro perdido
Al llegar a casa, mi abuela me esperaba con una buena merienda y yo aprovechaba para que me contara más:
“Sigena era un lugar precioso. Cuando era pequeña llevaba pan y huevos a las monjas y éstas me dejaban pasar dentro de la zona de clausura. Recuerdo la sala Capitular, grande y majestuosa. Tenía cinco arcos, techos altos y toda ella estaba decorada con escenas de la biblia y retratos de un tamaño que parecían reales. Los techos eran muy ricos, con maderas grandes y talladas, doradas y pintadas con preciosas figuras y vivos colores. Aquello era maravilloso, no puedo explicar lo que sentía al estar allí. Todo eso lo quemaron un día para la guerra y hoy no queda prácticamente nada”.
Un espacio majestuoso
La Sala Capitular es una obra maestra del 1200 que constituye un ejemplo único y primordial de la expresión medieval en su más amplio sentido. Se trata de una estancia de planta rectangular (16,88 x 8,44 m) orientación Norte/ Sur que se estructura con cinco arcos apuntados que forman seis tramos. La entrada se realizaba por el muro oeste a través de cuatro puertas de medio punto y se iluminaba mediante seis vanos, uno por tramo. A unos 7 metros de altura se cubría con una techumbre plana de madera dorada y policromada.

Un artista magistral
Se la considera la obra maestra de la pintura hispánica del 1200, un período avanzado que se sitúa entre el final del arte románico y el principio del arte gótico. Se desconoce la identidad de los artistas que pintaron la Sala Capitular si bien se le reconocen peculiaridades inglesas y bizantinas (Oakeshott, 1972).
Una Biblia iconográfica
La sala es una autentica Biblia pictórica que ilustra la historia de la humanidad desde el Pecado Original hasta la Salvación. La iconografía alterna escenas del Antiguo y Nuevo Testamento en una perfecta articulación con el marco arquitectónico de la sala.
Los Arcos: episodios del Antiguo Testamento acompañados de motivos vegetales, animales y un buen número de dragones que enriquecen la narración.
Los Muros: ciclo sobre el Nuevo Testamento del cual quedaban once escenas antes de su quema en 1936 y que actualmente sólo quedan muy dañados los restos del Muro Sur.
Una historia de reinas y princesas
El Real Monasterio de Santa María de Sigena fue fundado en 1188 por la reina Sancha de Castilla, esposa del monarca aragonés Alfonso II el Casto. En este lugar fueron depositados los restos mortales de la reina Sancha y sus hijas Dulce y Leonor, y también de su hijo el rey Pedro II el Católico, que co-lideró las tropas cristianas en la batalla de las Navas de Tolosa (1212) y que murió en 1213 en la batalla de Muret.
Panteón Real y Archivo de la Corona de Aragón, el monasterio acogió a un buen número de reinas, princesas e hijas de familias nobles, convirtiéndose en uno de los lugares más ricos y bellos del reino.
Un final trágico, 1936
Al inicio de la Guerra Civil el monasterio fue incendiado por milicianos anarquistas. La Sala Capitular quedó enormemente enormemente deteriorada. Se perdió el extraordinario artesonado mudéjar y las pinturas desaparecieron en gran medida o quedaron dañadas de manera irreversible con una alteración y pérdida del color por acción del fuego.
El mismo año del incendio los restos de las pinturas fueron arrancadas por un equipo liderado por Josep Gudiol y trasladadas a Barcelona. En 1940 ingresó en el MNAC, lugar en que se encuentra hasta nuestros días. En los últimos años el Gobierno de Aragón ha reclamado la devolución del conjunto, asunto que hoy levanta polémica y titulares de prensa, y que se está llevando por la vía judicial.
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